El indio ama
El indio ama,
la libertad del río acariciando la pradera
en su paso callado hacia la mar que lo espera,
Feliciano, el gran héroe miliciano.
El indio ama
el dulce néctar del rocío,
la caricia fría del nuevo día,
el azul inmenso jugueteando en sus ojos
que brillan como soles de mediodía.
El indio ama,
la tranquilidad de la mar al caer la tarde,
la puntualidad de la ola al amar la arena,
el suspiro del viento
al revelar al árbol su secreto.
El indio ama,
la tierna y suave brisa
jugueteando con la mata de maíz,
del niño su linda risa
el cual es el canto puro de un país.
El indio ama,
la paciencia de la montaña,
la seguridad del océano,
la certeza de los astros,
la terquedad de la milpa.
El indio ama,
la paz de las noches de enero,
la libertad de la hoja sin árbol,
el empeño de las alas del colibrí,
la seguridad de las manos obreras,
la necedad de la lluvia.
El indio ama,
la igualdad de los amaneceres,
la comunidad de las hormiguitas,
el cambio de las estaciones,
la justicia de los segundos.
El indio ama,
la inocencia de los niños,
la lealtad de los perros,
la conveniencia de los gatos
que van de teja en teja.
El indio ama
el suelo que aguarda su caite,
la tierra sumisa a su arado,
el río puntual a su cántaro,
la mar mansa para su barca,
la bendición de la lluvia
sobre sus fuertes hombros.
Feliciano se marcha ya
buscando el ocaso,
se va el indio sobre la corriente
navegando deslizándose sobre la tarde,
por el caliente y manso murmullo del lempa
va dejando su estela pura y eterna,
se va Feliciano
con el carmín de las flores,
llevándose de la tarde sus colores,
avanzando por los valles
con su machete y con su cuma
apretados por su mano,
se va Feliciano
impregnado del azul de enero
va buscando la tierra que lo reclama,
el barro nace del barro,
la carne muere en la carne,
y la sangre en la sangre vive.
Nicolas Alejandro Delgado